Seguimos desmontando las teorías neoliberales que nos arrastran a la pobreza y a una pérdida intolerable de derechos fundamentales. En esta ocasión compartimos con vosotras este artículo escrito por Iván Ah, compañero del Grupo de Trabajo de @EconomiaSol y publicado en ECONONUESTRA, colectivo amigo de nuestro Grupo de Trabajo que nos ofrece una visión alternativa y crítica a los modelos económicos tradicionales.
¡No nos pueden ofrecer nada!
Este oleaje neoliberal que está inundando Europa promete reformas que permitirán sortear la crisis, y evitar una depresión sin precedentes.
Para ello están implementando medidas de consolidación fiscal, de forma que la presión sobre las cuentas públicas se reduzca. Sin embargo esto es posible si y solo si se degradan instituciones sociales que hasta ahora habían generado cierto consenso en torno a su mantenimiento. Por ello, parece lícito preguntarnos qué es lo que tienen para ofrecer, aquellos que defienden estas medidas.
El fracaso de sus teorías
Para empezar, han fracasado en sus predicciones. Esto es importante, porque por un lado la teoría económica dominante da una importancia crucial a la capacidad predictiva de los modelos que se utilizan. Pero por otro, sus propios modelos han sido los que han fracasado estrepitosamente a la hora de predecir el comportamiento actual de las principales variables macroeconómicas. En efecto, en un estudio de Simon Potter, podemos observar cómo las predicciones de los economistas de la FED han resultado asombrosamente erróneas con respecto al PIB o el desempleo
Lo que hoy nos parece evidente, que el desarrollo de complejos productos financieros ha tenido gran protagonismo en la traumática situación actual, durante años se veía desde otra perspectiva: se consideró que facilitaban “la dispersión del riesgo” y por ende, ayudaban a obtener un sistema financiero más “resistente que el que existía un cuarto de siglo antes” (Alan Greenspan, 2005). Incluso meses antes del estallido, los modelos ortodoxos otorgaban escasa probabilidad a la aparición de una crisis como la actual.
A pesar de ello, los análisis de política económica, creación de escenarios y de previsión macroeconómica de todos los países, utilizan los modelos que el profesor Dirk Benzemer llama de “equilibrio”, que aparecen dentro de la teoría neoclásica. Este autor también hace una revisión de aquellos economistas que sí intuyeron en mayor o menor medida el deterioro tan brutal de las variables fundamentales que estamos sufriendo donde, curiosamente, no figura ningún ortodoxo. Algunas de las características que sí incluían los modelos que sí predijeron la catástrofe son por ejemplo, la importancia del sector financiero, ya que en los modelos neoclásicos (esos donde a un mes de la catástrofe, la probabilidad de que efectivamente sucediera era cuasi nula), este sector es inexistente.
En efecto, los modelos neoclásicos, por mucho que al lector le pueda parecer inverosímil, no consideran las interrelaciones entre el sector financiero y el real, algo que en la presente crisis, ha tenido especial importancia.
En un momento donde los niveles de deuda pública y privada (según los países) son los protagonistas de la película, esperaríamos que los modelos macroeconómicos utilizados por la mayor parte de los economistas incluyeran de alguna manera esta variable. Sin embargo, ignoran por completo el nivel de deuda privada bajo la premisa de que la deuda de un agente se compensa con el activo de otro, de forma que a nivel agregado el nivel de deuda privada no tiene efectos macroeconómicos. Esto es, basándose en la ley de Walras, razonan de forma que el incremento en el gasto del que toma prestado se verá compensado por el ahorro del que presta, por lo que no hay cambios en el nivel de demanda agregada.
Como dice Krugman en un reciente artículo académico, sorprendentemente en la mayoría de los modelos, esta característica de la economía (la existencia de deuda) se abstrae.
Sin embargo, no parece tan sorprendente al ver con más detenimiento el enfoque de los neoclásicos respecto del dinero y el sistema bancario. Para ellos, los bancos son simples intermediarios entre el ahorrador y el prestatario.
Esto se puede refutar por la numerosa evidencia empírica que muestra que los créditos crean depósitos, o lo que es lo mismo que el nivel de deuda privada se compensa con un cambio en el nivel de dinero, que afecta la demanda agregada. O lo que es lo mismo, el nivel de deuda privada no puede ser ignorado, tal y como los modelos anteriormente expuestos hacen, y es uno de los factores clave de por qué “nadie vio venir esta crisis”.
La idea de la oferta monetaria endógena (frente a la exógena propuesta por la economía dominante) ha ido dejando un reguero de autores que han sido ignorados sistemáticamente.
Schumpeter lo decía en uno de sus más famosos libros, el fenómeno del crédito, decía, “es esencialmente la creación de poder de compra con el objeto de transferirlo al empresario, pero no es simple la transferencia de poder de compra existente”.
Parece evidente que cobre especial importancia además para economías como la española, donde el ratio deuda privada PIB es sustancialmente elevado. Cuando este poder de compra se crea y transfiere a los mercaderes del sector financiero y es utilizado por éstos para apostar en los precios de los activos, se incrementa el ratio de deuda privada PIB, sin añadir capacidad productiva a la economía para hacer frente a la misma, lo que posteriormente deriva en la actual crisis.
La opinión pública cautiva de los mercados
La ideología neoliberal hubiera tenido pues que perecer dado su estrepitoso fracaso y las crueles consecuencias de sus recetas de política económica. Y sin embargo, con la precisión de un reloj suizo, se está anunciado un programa de desmantelamiento de lo público, lo común, lo de todos, de una extensión sin precedentes. Como dice el economista galo Frédéric Lordon, la jugada es tan precisa, que ni el más aguerrido judoka lo hubiera hecho mejor.
Es interesante ver cómo se ha ido creando este mensaje y propagándose a pesar de ser nocivo para la sociedad en su conjunto. Porque estas ideas crean el estado de opinión pública sumisa y acrítica que tenemos hoy en día, frente a las embestidas de los mercados, a tener en cuenta en el desarrollo de una democracia.
El problema es que como decía Habermas, para poder hacer uso de la razón en una sociedad libre y por ende, poder tener una auténtica opinión pública, son necesarias algunas condiciones. Actualmente éstas no se dan porque los creadores de opinión están capturados por una teoría económica dominante que no solo nos ha llevado a la catástrofe, sino que nos quiere hacer desaparecer como ciudadanos. Ellos copan los puestos de poder en las instituciones que hoy están poniendo en marcha las políticas económicas que tienen efectos sobre millones de ciudadanos. De esta forma, la opinión pública aparece cautiva de una forma de pensar y los ciudadanos no pueden ejercer ese derecho democrático (el de tener una opinión pública como forma de contrapoder).
Y ahora mismo los ciudadanos se encuentran impotentes ante la avalancha de eso que se ha dado en llamar, los mercados.
Pero no olvidemos que éstos están formados por personas, a veces muchas, a veces muy pocas. Podemos estudiarlos, encontrar regularidades empíricas, analizarlos sistemáticamente, pero nunca podemos perder de vista que son personas que pueden interactuar, actuar de forma pública o secreta, legal o ilegalmente, interferir en las acciones de los otros, excluirlos… en definitiva, los mercados son más humanos de lo que el mantra informativo está continuamente bombardeando. La dirección de interacción entre nosotros y el mercado no es unidireccional, de forma que los mercados dictan cómo deben comportarse nuestras economías, sino que nosotros permitimos a los mercados mediante regulaciones y leyes que tomen una forma u otra.
Dejar que los mercados que se autorregulen no es ni más ni menos que dejar que algunos ciudadanos decidan lo que los demás han de hacer. Si los medios de comunicación y la clase política hubieran hablado de las personas que rigen los mercados, y no de éstos como entes supra humanos, etéreos y con voluntad propia, tal vez la opinión pública hubiera reaccionado de manera diferente, y las políticas económicas hubieran sido igualmente más humanas, y menos parecidas a una fatalidad griega. Nunca es tarde para empezar a hablar de ellos.
Dean Baker ofrece una perspectiva más humana de los mercados, enfrentándose a la visión tradicional donde los liberales prefieren el libre mercado, mientras que el sector más progresista es más intervencionista. Esta falacia se puede desmontar fácilmente con los ejemplos expuestos en su libro, donde se puede observar que los conservadores utilizan los mercados para enriquecerse, no para dejar actuar libremente a los mismos. Esto se acerca más a lo que Arundhati Roy decía “Todos sabemos lo poco libre que es el libre mercado”.
Poco importa que incluso en revistas editadas por el FMI, como Finances and Developement, se asuma que únicamente la igualdad (y no la eficiencia) es la que proporciona un crecimiento a largo plazo según diversos estudios de algunos conocidos autores. Ellos siguen pidiendo “liberalizar”, “desregular”, “privatizar”, “ajustar” etc. con la excusa de que a más mercado (más eficiencia), mayor crecimiento.
Déficit fiscal vs déficit democrático
Sin duda esas políticas económicas que no hemos visto, las que defienden los derechos de las personas frente a los mercados, hubieran legitimado a nuestros gobiernos más de lo que lo han hecho las que realmente se han aplicado.
De hecho, las políticas económicas que se están aplicando especialmente en los países periféricos, están empezando a cuestionarse por su legitimación democrática.
Este aparato de defensa y ataque construido a favor de los mercados (o personas que actúan en los mismos) ha sido el que ha espoleado las políticas que se están aplicando en los países periféricos. Es más, esas políticas de acoso y derribo a las condiciones de vida de las personas de los países periféricos, están siendo impuestas por los mercados financieros por medio de los políticos de los países no periféricos.
Por otro lado, tal y como apunta la economista italiana Grazia Ietto-Gillies, las consecuencias son consideradas por una gran parte de economistas, entre los que se encuentran dos premios Nóbel, como nocivas para las economías donde se están aplicando.
Y sin embargo, estas posturas no están siendo tomadas en cuenta por lo que, parafraseando a la profesora, muchos están empezando a preocuparse más por el déficit democrático que por el déficit fiscal de nuestros países.
Por todo ello, creo que podemos decir sin tapujos que no nos pueden ofrecer nada, que no tienen la solución, y que las medidas que propugnan desde las trincheras de los recortes son nocivas para el conjunto de la población donde se están aplicando.
Publicado en ECONO NUESTRA
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