¿Con la que está cayendo?

Es habitual leer y escuchar en conversaciones, medios de comunicación, tertulias formales e informales, la expresión “con la que está cayendo…”. Es importante enfatizar los puntos suspensivos: “la que está cayendo” sirve de alguna manera para cerrar o introducir críticamente reflexiones sobre determinados procesos sociales, culturales políticos y económicos que nos causan perplejidad, indignación, ira, etc.

Sin embargo, algo falla en la expresión: todas estamos de acuerdo en que algo está pasando, y en que ese algo no es “natural”, luego no es una manera de describir la lluvia. Lo que cae no siempre baja de las alturas, sino que se halla, en este caso, profundamente inserto en nuestra vida cotidiana. Cabría pensar, incluso, que no está cayendo nada: estamos cayendo las personas. Caemos como resultado de la fase avanzada de un proceso de contrarreforma capitalista en materia de derechos, por supuesto, y en materia de organización y gestión de las necesidades intersubjetivas (vivienda, empleo, educación, libertad para decidir sobre nuestros cuerpos y sanidad, entre otros muchos aspectos). Sin embargo, cuanto mayores son nuestras necesidades, y cuanto más intensos se vuelven los procesos de movilidad social hacia abajo, más enfatizamos la condición “natural” de la situación, como si estuviéramos en el mismo lugar que hace 18 meses, sólo que ahora las precipitaciones se han vuelto más intensas, o nuestros paraguas más permeables. Es importante reconocer, como tantas veces nos han recordado los movimientos feministas, en qué medida el lenguaje cotidiano es esencialmente político: “con la que está cayendo” indica, en ese sentido, una tensión. Nos sentimos sujetos pasivos de un proceso que sin embargo ponemos en movimiento con nuestras actitudes, nuestros afectos, nuestros tweets y nuestras conversaciones. Proyectamos una imagen estática de nosotras mismas: no caemos, sino que nos cae algo encima. Queremos hacer algo, pero nuestra propia manera de expresarnos nos señala la impertinencia de la acción: no se puede luchar contra el cielo. Un buen ejemplo de esto son las circulares sindicales en aquellos lugares de trabajo donde siguen teniendo, en fin, la capacidad de emitirlas: insisten una y otra vez en la triste letanía de recordarnos que ahora, más que nunca, tenemos que seguir haciendo… lo mismo que nos ha llevado a esta situación, es decir, adaptarnos. Antes nos adaptábamos al ciclo alcista del capital y negociábamos mejores convenios. Ningún problema: un buen convenio colectivo no acaba con el capitalismo, pero es mejor que un mal convenio. Ahora nos adaptamos al ciclo bajo, bajo para nosotras, obviamente, y protestamos ante la cantidad de cosas que “nos están pasando” frente a la Consejería de Educación, o de Sanidad, de nuestros respectivos gobiernos autonómicos. No sabemos por qué nos pasan estas cosas, y decimos: “quieren acabar con todo”. Pero las personas menos movilizadas no saben cuán extenso es todo, ni quiénes exactamente quieren acabar con todo (¿Rajoy? ¿Botín? ¿La troika? ¿Los políticos? ¿Quién está detrás?) Siguen sin poder identificar “la que está cayendo” con… el capitalismo, por eso lo hacen con una u otra persona, con una personalidad pública, una “clase” o un gobierno.

Lo que sugerimos es que “con la que está cayendo” plantea al menos dos problemas que consideramos relevantes. El primer problema es que expresiones como “con la que está cayendo” son solidarias con otros artefactos de comunicación de gobiernos y medios regresivos, por ejemplo, “sólo hay una salida” (¿y, mira por dónde, es la vuestra?), “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” (¿puede un derecho estar por encima de las posibilidades de alguien?) o “un Estado, al igual que una familia, no puede gastar más de lo que ingresa” (¿y qué tendrán que ver la gestión de una familia, la enfermedad y la necesidad, el cuerpo y los afectos, la educación extracurricular, el sentimiento de identidad y pertenencia, la vida cotidiana en el sentido más profundo, familiar y extrafamiliar, con la construcción y mantenimiento de un aparato como el estatal, cuyas funciones, necesidades de financiación y objetivos, incluso si consideramos deseable la intervención estatal en algunos aspectos de la vida, se definen por no ser las de la sociedad civil?) En todos estos casos se produce una indeseable naturalización de la crisis y de los procesos culturales, sociales y económicos característicos del capitalismo contemporáneo. La crisis no está cayendo, y sus consecuencias sobre nosotras, que son inseparables de ella, tampoco. Forman parte de un proceso mucho más amplio de resignificación y contrarreforma de las instituciones de la sociedad civil y del Estado, el cual es solamente una fase o aspecto concreto de un proceso todavía mayor de transformación de la subjetividad, al servicio de fuerzas concretas y según criterios de rentabilidad económica, y de la experiencia cotidiana, desde lo más evidente, por ejemplo la traducción de la libertad en “libertad para ubicarse flexiblemente en contextos económicos cambiantes”, hasta lo más intradérmico, la igualdad entre sujetos expresivos, traducida al presunto igual y libre acceso a las redes sociales. Esto ocurre de tal manera que, como decía hace no mucho tiempo el sin par Salvador Sostres, “la democracia no consiste en manifestarse”, o en desafiar un orden insoportable, sino en “poder escribir lo que queramos en nuestros blogs y en nuestras cuentas de Facebook”: libertad inocua, por tanto, libertad e igualdad meramente expresivas, nunca vinculantes.

En segundo lugar, la proliferación de metáforas naturales como “con la que está cayendo” señala algo que nos preocupa: la fascistización de la vida cotidiana, en el sentido de la producción de subjetividad políticamente estática. Cada vez que se produce un nuevo recorte decimos: “con la que está cayendo, no parece que tanta gente se movilice”. Esta aparente calma de la sociedad civil, más allá de las personas y los colectivos, todavía minoritarios, que trabajamos activamente contra el sistema económico dominante y sus consecuencias (desahucios, micro-machismos, pobreza relativa, abandono escolar, etcétera), toma pie en el principio de que el paisaje capitalista, al igual que la lluvia de recortes que cae sobre él, es inmutable. Las reacciones ante las consecuencias “privadas” de la crisis, tales como el desempleo, no se viven políticamente porque la metáfora del paisaje sugiere ella misma la imposibilidad de lo político, y fomenta reacciones autoinculpatorias: “algo habré hecho mal”, “pues va a ser cierto que he vivido por encima de mis posibilidades”, “no salgo a la calle o recurro a los servicios sociales, aunque lo necesite o sea políticamente justo, porque no es propio de mí, no es lo natural para alguien como yo, porque me da vergüenza”, etc. La fascistización de la vida cotidiana consiste en gestionar regresivamente las necesidades, en el nivel más íntimo, en autoinculparse, en omitir los motivos económicos profundos y en personalizar los procesos que conducen a la pobreza o al desahucio, a la desigualdad o a la pérdida de libertad. Consiste en ver como inmutable algo que sin duda es ello mismo un proceso, o resultado de procesos inteligibles. Las cosas han llegado a ser como son, y por eso mismo podrían ser de otra manera, no al revés… cómo han llegado a caer sobre nosotras, habrá que capear el temporal, permanecer fuertes en el mismo lugar, como si, por sí misma, con paciencia, la situación pudiera encaminarse hacia el cielo sin nubes del crecimiento. Por sí misma, o lo que es peor, a través de un “líder natural” que haga el trabajo por nosotras.

Estos procesos de naturalización, vengan de las derechas o de las izquierdas, ampliamente entendidas, coinciden además con otro aspecto preocupante: la intensificación de micro-violencias, muy particularmente de micro-machismos. Según avanza la contrarreforma, surgen nuevos miedos, se reabren heridas nunca cerradas y se intensifican las consecuencias no deseadas de procesos de socialización profundamente injustos en materia de igualdad material entre las personas. Esto afecta particularmente a las mujeres. Hace poco hemos asistido a un debate sobre la “seriedad” de que una milicia de clowns acompañara al cortejo del 23O. Si se leen los comentarios del foro, podrá comprobarse cómo proliferan las expresiones sexistas, el lenguaje asimétrico, la identificación entre política “de verdad” y esa masculinidad clásica, “potente”, del viejo heroísmo de izquierda: “Nos están machacando, lo que querría el enemigo es poder machacarnos en PAZ y payasadas como esta solo sirven para darle al enemigo lo que quiere: un movimiento ridículo, absurdo, impotente, que en lugar de hacer aflorar sentimientos de rebeldía en el pueblo lo que hace es que la gente normal nos desprecie por gilipollas. Con razón. Iros a tomar por culo”. La metáfora natural también alcanza cotas asombrosas, por ejemplo, en este comentario: “deberían llamarse ‘Ejército Down de liberación’, anda que… lo que nos faltaba”. Independientemente de que unas estén a favor de los clowns y otras en contra, lo interesante es cómo de la furia ante la situación emergen actitudes y lenguajes poco o nada igualitarios. Siempre hemos defendido que la libertad y la igualdad se construyen, no se “recogen cuando están maduras” o se “recolectan”. Se producen desde el nivel más elemental de la vida cotidiana, desde la horizontalidad asamblearia y no asamblearia, y se llevan hasta donde sea necesario, hasta el Congreso, o hasta el fondo del pozo financiero, hasta hacerlas visibles como alternativa a la economía capitalista de los afectos y a las autoimágenes individuales y colectivas que el capitalismo produce, con o sin esta crisis, de manera sistemática. Quien quiera hablar de la que está cayendo, que lo haga, algunas consideramos que se trata de que, cuando vuelva a caer, ya no estemos paradas, esperando el impacto, sino en movimiento: civilmente desobedientes, libres e iguales, bajo el techo que nos hayamos dado a nosotras mismas.

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Este texto ha sido escrito a título individual por un miembro de la Comisión de Análisis, por lo que no refleja necesariamente ningún consenso de la misma. Siguiendo nuestra política habitual, lo publicamos como texto anónimo y copyleft.

Fotografía de Diagonal, Olmo Calvo, 27/10/2012

4 responses to “¿Con la que está cayendo?”

  1. Víctor

    ¡MAGNÍFICO! Este análisis y el trabajo que realizáis.

  2. Minoentender

    Carola, No entiendo nada tu comentario ni de dónde sacas esas conclusiones, ¿me lo puedes explicar esta vez para gente de mi nivel (bajo)?, por favor.

  3. Carola

    Es una pena que manejéis tan bien la retórica (introito y captatio benevolentiae perfectas) para acabar echando por tierra vuestra argumentación en defensa de una acción a la que algunos, aparte de la ya consabida crítica por “falta de seriedad” añadimos que se trata de elementos de control y vigilancia dentro de las propias manifestaciones.

    Basta hacer una lectura transversal de su documento de presentación para darse cuenta de que su fin principal es constituirse como elemento parapolicial que acuse y neutralice cualquier tipo de disidencia diferente a lo que el totalitarismo imperante en estos movimientos sociales ha establecido como normativa.

    La violencia no está, por lo tanto, en hacer críticas a algo con lo que no se está de acuerdo (nuevamente, el totalitarismo imperante sale a relucir en este artículo publicado por Análisis), sino en impedir la manifestación de la singularidad que diferencia a cada persona.

  4. Anonimus

    ¿Con la que esta cayendo?.Expresion con la que quieren que nos familiaricemos, al igual que con la del COPAGO,DEMOCRACIA CONSTITUCIONAL, que lo unico que persigue es criminalizarnos y que nos sintamos coparticipes de sus ineptitudes,estafas,privilegios,etc… ,
    como actualmente asumen la mayoria,para ellos seguir ejerciendo la tirania y disfrutando de los reinos que se han ido creando al abrigo de nuestra ignorancia e inmovilizacion.Las cosas
    siempre ha sido mejor llamarlas por su nombre,aunque duela,maxime cuando somos los pagadores de su buen vivir y unicos receptores de sus recortes.No quieren que hablemos de sus rentas vitalicias(que tienen que desaparecer),de sus años de cotizacion a la S.S.(que tiene que ser 35años, los mismos para todos), o tener 65 o quizas mas para poderse jubilarse con el 100%.LA QUE NOS ESTAN ECHANDO por la que esta cayendo,EL REPAGO por el copago,DEMOCRACIA REAL por democracia constitucional,
    la lista es larga,pero aun asi,no les sigamos su juego,llamemos las cosas por su nombre.