- Resistencia Paraguay Madrid
Desde el 15 de junio en nuestro país -día de la Masacre de Curuguaty- la oligarquía ha fortalecido su estrategia de terror y violencia, dejando un saldo de varios muertos, perseguidas y perseguidos, presas/os políticos y un golpe de Estado que derrocó al gobierno legal y legítimo en nuestro país.
El terror, el miedo y la violencia son mecanismos utilizados por los sectores de la oligarquía y la mafia que buscan mantenerse de la forma que sea en el gobierno, para avanzar en su plan de saquear y despojar a nuestro pueblo y nuestro país de su riqueza natural, social y cultural.
Ante una ciudadanía cada vez más consciente y movilizada, esta oligarquía y sus instituciones serviles del gobierno de facto no han hecho otra cosa que responder con violencia y terror, como lo demostraron en la represión a la manifestación ciudadana pacífica frente a la fiscalía el 22 de noviembre, en el no esclarecimiento de la masacre de Curuguaty y hoy, en el asesinato a sangre fría del dirigente Vidal Vega.
Ahora, estos sectores buscan generar un ambiente de terror y miedo en la ciudadanía ante supuestos “infiltrados con el objetivo de incidentar e incluso de buscar víctimas para desestabilizar”.
Denunciamos el plan de la oligarquía a través de su gobierno de facto de buscar generar miedo y terror para legitimar su intensión de militarizar el campo y la ciudad y establecer un Estado de Sitio que les brinde impunidad para reprimir y asesinar.
Asimismo, denunciamos la intensión de la oligarquía nacional y del gobierno a su servicio de buscar generar disturbios e incidentes violentos en la movilización del Día Internacional de los Derechos Humanos este lunes 10 de diciembre, a través de infiltrados vestidos de civil que amedrentarían y violentarían a la ciudadanía participante de la misma.
Ante ello, las Organizaciones Sociales y Políticas que conformamos la Mesa de Unidad velaremos por la seguridad e integridad de toda la ciudadanía, y responsabilizamos al gobierno de facto de cualquier incidente que pudiera suceder.
Exigimos el cese de este plan de terror y violencia de la oligarquía y el gobierno, que sólo busca generar más caos en el país, y exigimos el cumplimiento de la ley, la paz y la justicia en el país.
¡Por el cese del terror y la violencia! ¡Por el esclarecimiento del Caso Curuguaty y del asesinato de Vidal Vega! Por la paz y la democracia, ¡Ni un muerto más!
- Plataforma apoyo a pueblo Mapuche
- plataforma apoyo pueblo Saharaui
- Brigadas Vecinales Observatorio DDHH:
Las BVODH somos un grupo de personas que tratamos de dar una respuesta colectiva y organizada a los controles policiales dirigidos a personas por su procedencia.
Surgimos en 2009 en respuesta a las redadas racistas que hacía y hace la policía y que presenciábamos a diario como controles sistemáticos, discriminatorios e ilegales.
Estas prácticas consisten en la identificación de personas basándose en su apariencia física, y son ilegales porque según la Ley de Seguridad Ciudadana que prevé este tipo de controles sólo en condiciones de excepción y grave alarma social y nunca dirigidos a extranjeros exclusivamente. El Gobierno, además de hacerlas por perfil étnico, violando el principio de no discriminación establecido en el art. 14 CE y en los Tratados Internacionales, los ordena haciéndolos pasar por controles de delincuencia con lo que supone de estigmatización de la población afectada.
Estas identificaciones pueden acabar en el peor de los casos con la reclusión en un Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE) o incluso con la deportación , truncando los proyectos de vida de las personas.
Nuestro objetivo es visibilizar estas prácticas y expresar nuestro rechazo a este mecanismo de control social que diferencia, separa y criminaliza, siendo nuestra labor legal y legítima, pues consiste en el ejercicio de la observación los DDHH.
Los controles nos afectan a todas al robarle el sentido al espacio público, especialmente a la vida de muchas personas cuyo delito es tener una apariencia física diferente. Desplazarse por la ciudad, hacer las tareas de la vida cotidiana y socializar con el resto de la población se convierten en actividades de riesgo. La libertad de las personas que son diariamente paradas, identificadas y eventualmente retenidas o detenidas se ve seriamente coartadas.
Este modelo de control contra un sector social se convierte en punta de lanza para introducir otras modificaciones estructurales como la exclusión de un grupo del derecho a la sanidad, transformando la concepción del modelo sanitario o la legitimación de estos operativos de identificación que generalizan mecanismos de control policial y la multiplicación de los dispositivos de vigilancia.
A través del despojo de derechos sociales y laborales se avanza en el creciente empobrecimiento de una buena parte de la población, con una respuesta por parte del Estado represiva y de exclusión de ciertos grupos considerados “de riesgo”.
Se instauran así nuevas formas de control exportables a todxs, normalizando la presencia policial en los espacios públicos como elemento represivo y trasmisor de inseguridad permanente.
Como colectivo, nuestra labor se desarrolla principalmente en la calle a través de la observación. Se nos sanciona por el mero hecho de ejercer nuestra actividad imponiéndonos sanciones administrativas cuyo objetivo es obstaculizar y criminalizar la respuesta ciudadana antes los controles de identidad racistas. Valoramos estos expedientes como una clara vulneración de los derechos y libertades fundamentales : frente a esto creemos necesario hacer frente a estas políticas tanto en las calles como en los Tribunales y en este sentido el 14 de septiembre presentamos una demanda contra Delegación de Gobierno defendiendo la libertad de expresión e información, así como la libertad de asociación garantizadas por la Constitución y otras normas internacionales, ya que consideramos que su actuación va encaminada a silenciar nuestra respuesta, hostigar al colectivo y de esta manera frenar las reacciones ciudadanas de solidaridad y apoyo mutuo.
Además del trabajo de calle, la denuncia diaria de estas prácticas y la visibilización de las mismas, elaboramos un informe anual en el cual recogemos los resultados de la observación colectiva de las redadas racistas. Fue en 2011 cuando presentamos un primer informe en el cual denunciábamos la existencia de redadas racistas y cómo se articulaban las mismas. Un año y medio después presentamos este martes el II Informe en el cual denunciamos que los controles selectivos persisten, analizando la evolución de éstos y del discurso institucional.
Para las personas que estén interesadas en saber más acerca de esta vulneración de derechos, les invitamos a la presentación del Informe que tendrá lugar el martes 11 de diciembre a las 11.30h en la librería Traficantes de Sueños (C/Embajadores, 35) así como a un acto en el que vamos a participar junto con otros colectivos para analizar la situación global de recortes de derechos sociales, el día 18 de diciembre en el EKO de Carabanchel (C/Ánade) a las 19h.
Más información en : www.brigadasvecinales.org
Twitter: @BrigadasDDHH
*Descarga el dossier de prensa
aquí<http://brigadasvecinales.org/wp-content/uploads/2012/12/Dossier-Informe-BVODH-Diciembre-2012.zip>
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El bloque temático se concluye con la lectura del texto de Eduardo Galeano
Ni derechos Ni humanos
Hace más de medio siglo que las Naciones Unidas aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y no hay documento internacional más citado y elogiado. No es por criticar, pero a esta altura me parece evidente que a la declaración le falta mucho más que lo que tiene. Por ejemplo, allí no figura el más elemental de los derechos, el derecho a respirar, que se ha hecho impracticable en este mundo donde los pájaros tosen. Ni figura el derecho a caminar, que ya ha pasado a la categoría de hazaña ahora que sólo quedan dos clases de peatones, los rápidos y los muertos. Y tampoco figura el derecho a la indignación, que es lo menos que la dignidad humana puede exigir cuando se la condena a ser indigna, ni el derecho a luchar por otro mundo posible cuando se ha hecho imposible el mundo tal cual es.
En los 30 artículos de la declaración, la palabra libertad es la que más se repite. La libertad de trabajar, ganar un salario justo y fundar sindicatos, pongamos por caso, está garantizada en el artículo 23. Pero son cada vez más los trabajadores que no tienen, hoy por hoy, ni siquiera la libertad de elegir la salsa con la que serán comidos. Los empleos duran menos que un suspiro, y el miedo obliga a callar y obedecer: salarios más bajos, horarios más largos, y a olvidarse de las vacaciones pagas, la jubilación y la asistencia social y demás derechos que todos tenemos, según aseguran los artículos 22, 24 y 25.
Las instituciones financieras internacionales, las Chicas Superpoderosas del mundo contemporáneo, imponen la “flexibilidad laboral”, eufemismo que designa el entierro de dos siglos de conquistas obreras. Y las grandes empresas multinacionales exigen acuerdos “union free”, libres de sindicatos, en los países que entre sí compiten ofreciendo mano de obra más sumisa y barata. “Nadie será sometido a esclavitud ni a servidumbre en cualquier forma”, advierte el artículo 4. Menos mal.
No figura en la lista el derecho humano a disfrutar de los bienes naturales, tierra, agua, aire, y a defenderlos ante cualquier amenaza. Tampoco figura el suicida derecho al exterminio de la naturaleza, que por cierto ejercitan, y con entusiasmo, los países que se han comprado el planeta y lo están devorando. Los demás países pagan la cuenta. Los años noventa fueron bautizados por las Naciones Unidas con un nombre dictado por el humor negro: Década Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales. Nunca el mundo ha sufrido tantas calamidades, inundaciones, sequías, huracanes, clima enloquecido, en tan poco tiempo. ¿Desastres “naturales”? En un mundo que tiene la costumbre de condenar a las víctimas, la naturaleza tiene la culpa de los crímenes que contra ella se cometen.
Todos tenemos derecho a transitar libremente”, afirma el artículo 13. Entrar, es otra cosa. Las puertas de los países ricos se cierran en las narices de los millones de fugitivos que peregrinan del sur al norte, y del este al oeste, huyendo de los cultivos aniquilados, los ríos envenenados, los bosques arrasados, los precios arruinados, los salarios enanzados. Unos cuantos mueren en el intento, pero otros consiguen colarse por debajo de la puerta. Una vez adentro, en el paraíso prometido, ellos son los menos libres y los menos iguales.
Todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, dice el artículo 1. Que nacen, puede ser; pero a los pocos minutos se hace el aparte. El artículo 28 establece que “todos tenemos derecho a un justo orden social e internacional”. Las mismas Naciones Unidas nos informan, en sus estadísticas, que cuanto más progresa el progreso, menos justo resulta. El reparto de los panes y los peces es mucho más injusto en Estados Unidos o en Gran Bretaña que en Bangladesh o Rwanda. Y en el orden internacional, también los numeritos de las Naciones Unidas revelan que diez personas poseen más riqueza que toda la riqueza que producen 54 países sumados. Las dos terceras partes de la humanidad sobreviven con menos de dos dólares diarios, y la brecha entre los que tienen y los que necesitan se ha triplicado desde que se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Crece la desigualdad, y para salvaguardarla crecen los gastos militares. Obscenas fortunas alimentan la fiebre guerrera y promueven la invención de demonios destinados a justificarla. El artículo 11 nos cuenta que “toda persona es inocente mientras no se pruebe lo contrario”. Tal como marchan las cosas, de aquí a poco será culpable de terrorismo toda persona que no camine de rodillas, aunque se pruebe lo contrario
La economía de guerra multiplica la prosperidad de los prósperos y cumple funciones de intimidación y castigo. Y a la vez irradia sobre el mundo una cultura militar que sacraliza la violencia ejercida contra la gente “diferente”, que el racismo reduce a la categoría de subgente.
La declaración proclama, la realidad traiciona. “Nadie podrá suprimir ninguno de estos derechos”, asegura el artículo 30, pero hay alguien que bien podría comentar: “¿No ve que puedo?”.
Alguien, o sea: el sistema universal de poder, siempre acompañado por el miedo que difunde y la resignación que impone.
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