El estado de participación permanente

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La participación de las personas en los movimientos sociales, y en general la participación directa en la política, viene siendo inversamente proporcional a la confianza que tienen en su Gobierno y en las herramientas de participación que el régimen político permite, las libertades políticas. Es obvio que actualmente vivimos un resurgir de los primeros, merced a una desconfianza extrema en lo segundo, unida a la crónica inexistencia de las terceras. Sin embargo, confiemos más o menos en el Estado, como pcpsol describe en el informe  la timocracia española, es un hecho que el sistema político español, emanado de la transición/traición a la democracia, fue diseñado para dirigir la opinión y así imponer su voluntad a la voluntad popular, reduciendo la política a una herramienta cuyo uso se acota y se destina a engañar al pueblo mientras el poder económico roba a manos llenas. El caso de España, como este informe revela, es realmente sobrecogedor, aunque sea así en mayor o menor grado en todas partes, en la totalidad de los sistemas políticos, antes al menos nos llegaban algunas sobras, pero ahora apenas nos dejan nada.

Deberíamos tratar de tener claro, en primer lugar, cuál es nuestro problema, antes de entrar a buscar las posibles soluciones. Es evidente que la principal razón de que esto esté pasando es que alguien está tomando las decisiones en nuestro lugar, suplantándonos. Es imposible que si tomásemos nosotros, el pueblo, las decisiones sobre lo que nos importa y/o afecta, se pudieran hacer las cosas que se están haciendo. Jamás, por ejemplo, nos robaríamos a nosotros mismos. El principal problema es, en efecto, que nuestro papel político se está suplantando, y somos nosotros mismos quienes dejamos que se realice esa suplantación, quienes confiamos en los de arriba, nos sometemos y obedecemos. Como resultado de esta reflexión, podemos decir que nuestro problema no es el paro o la deuda, la burbuja del ladrillo o las privatizaciones, que éstos son meros efectos. Nuestro problema real es la obediencia. Pero incluso la obediencia o la sumisión son efectos de una causa aún mayor, la causa principal: la comodidad. Resulta sencillo rebelarse contra la sumisión y la obediencia, y así, acudir a una manifestación puntual o desobedecer una norma, “cambiar de canal”, pero es mucho más difícil “apagar la tele” y empezar a tomar las riendas de la política en nuestras manos. Sin embargo, debemos ponernos a ello, porque no lograremos nada realmente efectivo si no actuamos desde la deliberación y el debate cada día, si no transformamos entre todos la sociedad desde sus cimientos, desconfiando mucho más de los de arriba y menos de los de al lado. Logrando aunar la voluntad y libertad individuales que evidencien en las personas la necesidad de permanecer en un estado de participación permanente en la política.

Clarificado el problema, pasamos a lo difícil ¿cómo hacerlo? ¿cómo terminar con la representación tal y como se concibe, de forma absoluta, delegativa, y volver a decidir desde cada individalidad sobre lo común? La lucha, actualmente, es el único camino, el poder económico está muy agustito con la forma en la que maneja a la élite política y no va a permitir que las reglas del juego cambien, no digamos que desaparezcan, sin luchar. Y en esta lucha, en primer lugar, tenemos que tener claro lo anterior y recordar por qué luchamos. Porque es punto de debate importante en cualquier reunión o asamblea sobre política la necesidad de atender dos vertientes de lucha diferenciadas, una institucional, que utiliza las pocas libertades políticas disponibles para intentar reformar el sistema, y otra alternativa que aspira a su transformación, a ganar espacios a la realidad vigente y construir en ellos un tejido político nuevo, al margen del sistema, basado en la horizontalidad, en la deliberación entre iguales. Estas vertientes persiguen unos objetivos antagónicos, y su suma, o complemento, debería especificar en todo momento qué lucha es la que complementa a la otra, porque visto de una forma u otra los resultados podrán ser diametralmente opuestos y no estamos por alimentar al poder establecido ni al sistema que lo sustenta. El orden de sumandos, en este caso, SÍ altera definitivamente la suma. Los objetivos de corto plazo están muy claros, pero por si acaso hubiera dudas, los dejamos claros aquí: las elecciones, los partidos y el parlamentarismo, en las actuales circunstancias, sólo sirven para denunciarlos, mientras que la lucha institucional sirve en cuanto sirva a la lucha alternativa, jamás al contrario.

Con las herramientas del amo nunca desmontaremos la casa del amo, mediante la lucha institucional podremos conseguir cosas, pero no podremos llegar tan lejos como queremos. Es necesario hacer más confortables los grilletes, desde luego, y en eso estamos, pero hay muchas formas de hacerlo: unas pueden debilitarlos, pero otras los harán más fuertes, perpetuando nuestra esclavitud. Os invitamos a profundizar en esta búsqueda de soluciones que puedan valerse de lo establecido para transformarlo, desde la deliberación entre iguales, el dinamismo político, la libertad ideológica o la subsidiariedad, que liberen el poder constituyente popular y desbloqueen las libertades políticas del alcance popular sin restricciones. Es imposible que sólo mediante un proceso constituyente extraordinaro y puntual, o el acceso al poder establecido de una formación política, puedan lograrse estas cosas tan motivantes, no las lograremos jamás si nos limitamos a votar Leviatanes que decidirán sobre lo divino y sobre lo humano, o a tomar macrodecisiones de forma puntual. La transformación de la política la tenemos que hacer cada una de nosotras posible en las plazas cada día, participando permanentemente en la decisiones que nos importan y/o afectan.

Exposición realizada en la Noche en Blanco por la Democracia

Política a Corto Plazo, Acampada Sol, 15M
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