Por distintos motivos más bien oscuros, enfrentamientos entre facciones rivales, o afortunadas casualidades, en las últimos meses se encadenan uno tras otro lo que los medios se empeñan en denominar “escándalos de corrupción” y no son sino importantes revelaciones acerca de la forma en la que estamos siendo gobernados. Acorralado por evidencias que apuntan a su centro de gravedad, invitado a marcharse, el régimen de la marca españa suelta lastre, consciente de que deberá sacrificar algunas ramas menores de su estructura si quiere mantener la esencia de su mecanismo de saqueo. En nuestra mano está evitar que nos engañe de nuevo.
Porque no se trata, como nos quieren hacer creer, de unas cuantas manzanas podridas, sino de corrupción sistémica, de un sistema político montado expresamente para robar a manos llenas de lo común. No son unos pocos los que roban, más bien no hay ninguno que no lo haga, y todos hacen lo mismo porque todos acceden a las mismas instituciones, diseñadas para robarnos y reprimirnos con saña si protestamos por ello. Y no es de ahora, sino desde el primer día de vigencia de eso que llaman transición, en la que se suprime toda separación de poderes y se prohíben las libertades políticas, en la que se manipula la voluntad popular para lograr el poder absoluto y la impunidad para los poderosos, en un sistema que carece de control alguno sobre la gestión representada, que llaman democracia y no lo es.
Y que cuenta para ejecutar el saqueo con perfectos carroñeros: los partidos políticos de la transición a la corrupción. Aliados con los caciques de toda la vida y constituidos como verdaderas mafias, sus delitos no se limitan al saqueo constante e impune de los bienes públicos, el tráfico de influencias, la prevaricación o la evasión de capitales, pues para mantener su actividad recurren, demasiado bien lo sabemos por desgracia, a crímenes diversos contra la población; la represión en todas sus facetas o incluso el terrorismo de estado. Se trata por tanto de organizaciones criminales destinadas expresamente a la delincuencia, y como tales debieran ser disueltas judicialmente cuanto antes, reparados sus desmanes y depuradas sus responsabilidades.
Ese creemos nosotras que es el problema, la ausencia de nada que se parezca a una democracia, y no que pillen o no a unos cuantos chorizos con la mano en la caja. Todas las personas podemos ser chorizos si nos dejan, y nosotras les estamos dejando. Y esa creemos que es la solución, democracia para las personas y herramientas para las asambleas, libertades políticas sin restricciones, porque creemos que la corrupción sistémica que sufrimos sólo se evita disponiendo de mecanismos verdaderamente eficaces de control de la gestión representada, pero sobre todo de herramientas para la gestión de las cosas en común, para tomar decisiones entre todas y por igual, evitando recurrir a representantes. Sólo así estaremos completamente seguras de haber acabado con la corrupción.
Política a Corto Plazo, Acampada Sol, 15M
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[…] potencia internacional. Celebramos por tanto la transición a la corrupción, disfrutamos de la corrupción sistémica como en ningún otro lugar del mundo y cada cuatro años votamos al muñeco más apuesto para que […]
Lee a Joaquín Costa “Oligarquía y caciquismo”. Es muy interesante este libro. No solo es desde la transición.