Una vez más nos asomamos al infierno de la guerra de la mano de nuestros dirigentes. Esta vez le toca a Siria, tras Irak el siguiente país soberano en la lista codiciosa del imperio que siembra la guerra y la muerte por todo el mundo, violando uno tras otro los tratados internacionales (1) que podrían evitar otra guerra mundial. Nuevamente la escalada belicista es innegable, desde los ataques con drones a los bombardeos indiscriminados, culminando en la descarada invasión de Siria o Yémen o la financiación directa a la oposición armada como en el caso de Georgia, Ucrania, Serbia o Kirguizstan (2), que amplifican el dolor de aquellos pocos pueblos que aún no se han plegado como España (3) a los intereses del imperio (4),
Amparados cínicamente una vez más en el mantenimiento de una paz que ellos mismos vulneran, nos fuerzan a una imparable sucesión de guerras que producen unos beneficios multimillonarios para la industria armamentística, que esta reventando los índices de todas las bolsas del mundo mientras los especuladores se lanzan hacia la compra de sus títulos. La guerra siempre ha sido un negocio altamente rentable, a costa de la muerte, para empresas de armamento como las del ministro de “defensa” Pedro Morenés (5), pues las armas tienen como único fin matar personas.
La respuesta de nuestros representantes es la misma de siempre, la única que parecen saber dar: la violencia, la guerra y la represión. Bajo la Doctrina del Shock se manipula a la población para que se resigne a ver sus derechos y libertades suspendidos de manera indefinida, nadie sabe hasta cuándo. De esta forma la población, debidamente amedrentada, abandona su condición de “homo sapiens” y acepta de buena gana e incluso agradece “por su seguridad” el estado de excepción y el control policial. Sobre todo en España, donde gracias a las leyes mordaza ya estamos en un estado de excepción permanente.
Para imponer la guerra como única solución posible a los conflictos que ellos mismos generan, tratan de transmitirnos que nos encontramos ante la amenaza del “fin de nuestros valores”, una afrenta al “estilo de vida occidental” que no se puede permitir y ante la que se debe responder de inmediato mediante la guerra, a veces incluso de manera “preventiva”. Porque quienes nos empujan a la hoguera no van a quemarse, muy al contrario, saldrán reforzados para volver a tomar decisiones similares en el futuro por convertirse en “salvadores de las libertades”, y no pagarán precio ni asumirán responsabilidades por todos aquellos a los cuales hayan hurtado su vida.
Es evidente que estas decisiones por tanto sólo podemos tomarlas el pueblo, porque somos el pueblo el que paga y el que sufre las guerras. Es por ello por lo que desde formaciones políticas llamadas progresistas se nos viene haciendo la promesa, primero por parte de Podemos y más tarde por Unidad Popular (IU-Garzón) de someter a referéndum las declaraciones de guerra. El control popular de la guerra, mejor decir de la paz (porque sólo en una situación de legítima defensa podría justificarse), es una de las más importantes libertades a las que las personas pueden optar, pero el referéndum no es su mejor herramienta. Desde luego que es menos malo someter la posibilidad de entrar en un conflicto armado a referéndum a que sea un dictador o un parlamento quien se lo imponga al pueblo que pagará las consecuencias. Pero se trataria de una convocatoria “desde arriba”, una consulta de las élites sobre un conflicto que en todos los casos ya han iniciado, tienen bastante avanzado y a las personas no ha hecho más que explotarnos en la cara. Con el control absoluto de los medios, vinculados a grandes grupos financieros que a su vez se relacionan con el Complejo Militar Industrial, y en circunstancias de extrema tensión, prebélicas, sería prácticamente imposible oponerse a la voluntad de los dirigentes para llevarnos a la guerra. Por si fuera poco, en la legislación actual española el referéndum sólo es consultivo (6).
Incluso en las mejores condiciones, con un proceso deliberativo abierto, una información plural, veraz y sin censura, control de la tensión militarista y resultados vinculantes, el referéndum no es la mejor herramienta para el control popular de la paz, sino la iniciativa a la revocación o ratificación de tratados internacionales, como el de la OTAN, o la propia capacidad de reformar la Constitución mediante iniciativa popular para poder decir en ella cosas como que se “renuncia a la guerra como instrumento de política nacional”. Parece mucho más apropiado decidir si tendremos o no un ejército y, de tenerlo, cómo sería, qué usos querríamos darle, quienes serían nuestros aliados… pero sobre todo lo es poder hacerlo con calma, sin presiones… creemos que si todas las personas en el mundo pudiéramos proceder en nuestros países de esta forma la paz no sería, como es, un sueño imposible, un cuento de hadas.
Toda posibilidad de hacer algo semejante en España es imposible, porque estas libertades, y otras, están prohibidas. A pesar del derecho a participar directamente en los asuntos públicos acordado en el Artículo 23.1 de la Constitución (7), en la realidad todas las herramientas que podrían permitirlo están prohibidas, como la iniciativa popular a la reforma constitucional o a la revocación de tratados mencionadas, o seriamente restringidas, como la Iniciativa Legislativa Popular. En realidad, el ya limitado marco de la actual Constitución (8) sólo desarrolla la participación por medio de representantes, y aún así de forma muy limitada. Cabe decir que, de hecho, la persona al cargo de la “declaración de guerra” en España, tras la aprobación parlamentaria, es el Jefe de las Fuerzas Armadas, el Rey, alguien o algo que a nadie puede representar pues nadie le ha elegido.
Reivindicamos por tanto un año más (y van 18), el próximo lunes 7 de diciembre, en el Día de las Libertades Políticas, el fin de la prohibición de todas ellas. Este año lo conmemoramos con un debate en el CSOA La Morada sobre este mismo tema mañana 7 de diciembre a las 19:30
(1) Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
Las partes en una controversia cuya continuación sea susceptible de poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales tratarán de buscarle solución, ante todo, mediante la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo judicial, el recurso a organismos o acuerdos regionales u otros medios pacíficos de su elección. El Consejo de Seguridad, si lo estimara necesario, instará a las partes a que arreglen sus controversias por dichos medios.
Artículo 33 de la Carta de las naciones Unidas
(2) En este documental aparecen los artífices de las “revoluciones de colores” o “de terciopelo”, que no son otros que asesores de EEUU pagando imprentas y organizaciones de oposición a los gobiernos salidos del desmembramiento de URSS.
(4) TTIP
(6) Artículo 92 C.E.
(7) El artículo 23.1. de la CE como base de la participación directa
(8) Las libertades politicas en el proceso constituyente espanol del 78
Política a Corto Plazo, Acampada Sol, 15M
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