Aunque a muchas personas les extrañe, la propiedad privada no ha existido siempre, ni menos aún ha sido o es un derecho humano fundamental, como se la pretende hacer pasar. Su implantación en una sociedad basada en bienes comunales, en la que por tanto todo era de todos y nada era de nadie, se basó en la apropiación de la naturaleza mediante el trabajo, por el incremento de valor que dicho esfuerzo aportaba a esta apropiación, mejorándola. Así los gurús del liberalismo, como Locke, al definir la propiedad y fundamentar las condiciones de su apropiación y retención ponían varias condiciones. La primera era su mejora, con lo que si alguna apropiación empeoraba, no se usaba o se usaba mal, se consideraba que se estaba destruyendo y pasaba de nuevo a formar parte de los comunales de la humanidad. La segunda condición era que si bien alguien podría ser capaz de apropiarse de más propiedades que el resto, por mostrar una mayor capacidad de mejorar los bienes de la naturaleza, su apropiación estaba siempre limitada por las necesidades del resto de la humanidad, a la que debía quedar siempre lo suficiente como para poder vivir dignamente (1).
Los precursores del derecho de propiedad como Locke quizá nunca imaginaron que la iniciativa llegase tan lejos, y sobre todo, que hiciese tanto daño a la humanidad, distorsionada hasta el absurdo mediante maniobras especulativas como la Titulización de créditos hipotecarios. Mediante esta barbaridad, el derecho a la propiedad se retuerce de tal manera que un bien como la vivienda habitual, que se adquirere mediante el préstamo hipotecario de entidades financieras que se enriquecerán a costa de financiar la compra de ese bien, algo ya bastante cuestionable, sirve para que en el colmo de la mezquindad el banco acreedor empaquete estos miles de créditos hipotecarios, que son nuestra deuda, en Fondos de Titulización, que a su vez trocea en bonos nominales y que vende a terceros, los bonistas, trasladando a estos el riesgo de impago de los créditos que contiene el Fondo, nuestro impago. De esta manera los créditos otorgados en condiciones temerarias en sus oficinas no les suponen remordimiento ni riesgo alguno y se encuentran libres de especular con ellos sin límites, ya que no figuran como propietarios, engañando así a deudores y bonistas por igual y al estado por goleada. Basándonos en los principios básicos del derecho de propiedad antes expuestos, nos preguntamos en primer lugar dónde puede quedar en todas estas operaciones especulativas mejora alguna de la propiedad.
Pero en segundo lugar hay que preguntarse dónde podemos encontrar razones que puedan legitimar la apropiación de la propiedad por parte del banco acreedor, que sobre el derecho de propiedad trata de construír este absurdo derecho sobre el crédito de la propiedad para paritrlo en trocitos y especular con él, en caso de impago de la deuda del que a todas luces es su legítimo propietario, sus moradores, las personas que están usando el bien y por tanto las únicas que sin lugar a dudas lo están mejorando. La respuesta esta en la goleada al estado que supone el engaño de los jueces al cargo de los desahucios, a los que los bancos presentan los contratos hipotecarios iniciales con los deudores, pero ocultan sus operaciones especulativas y a los verdaderos propietarios de los créditos; los bonistas que compran esos trocitos de deudas. Este engaño masivo ha expulsado y sigue expulsando de sus casas a cientos de miles de personas sin legitimidad alguna, impidiendo con ello su derecho a vivir con dignidad por encima de toda reclamación de propiedad.
Locke no hubiera imaginado tampoco, ni de lejos, una desregularización del sistema financiero como la actual, donde los organos de vigilancia de estos mercados están en manos de los mismos que compravenden en ellos, los bancos de la marca españa, y en la que los pocos estatales, como la Comisión Nacional del Mercado de Valores, están vacías de toda norma que les permita evitar fraudes como éste. Un sistema donde el Banco de España es dirigido por los representantes de turno, financiados y dirigidos desde la sombra por estos mismos bancos. Un fraude tan notorio que en Europa ya se están emitiendo normas para evitarlo (2, 3), rectificaciones que corroboran la nefasta regulación que el sector financiero ha tenido hasta ahora, pese a lo cual insisten en confiar en la titulización como herramienta de capitalización. Porque nos encontramos ante una modalidad de negocio financiero que aprovecha la firma de créditos, sean hipotecarios o no, titulizando las deudas de cualquier tipo, de compañias electricas, creditos personales, tarjetas de crédito y cualquier otro “valor de futuro“ que crean poder vender en el mercado secundario de valores… la herramienta perfecta para convertir nuestra sumisión pagando a crédito por cualquier bien de consumo en mercancía para sus trapicheos, jugando con nuestras vidas, ya que el sistema que éstas entidades financieras copan con sus decisiones está más allá de todo control.
Es tiempo de desandar lo que tan mal hemos andado. Desde los principios de la sociedad de los comunales toleramos la propiedad privada para lograr una mejora en los bienes comunes, pero hemos terminado perdiendo toda noción de lo común, atrapados en la catástrofe de la especulación y provocando una crisis social sin precedentes. El plan no ha funcionado, el captialismo nos la ha dado con queso, y es hora de que las personas tomemos conciencia de ello para corregir este error cuanto antes. Una vez descubierto el entramado de titulizaciones en el que los bancos nos han embarrado, no debemos por tanto limitarnos a extinguir la deuda titulizada, prohibir todas estas especulaciones y restituir la propiedad a su legítimos propietarios, pues nos arriesgamos con ello a que todo vuelva a empezar otra vez. Debemos ir más allá, cuestionar las bases del principio de propiedad y anteponer los principios de mejora y respeto por las necesidades de la comunidad, y continuar aún más, hasta erradicar la propiedad definitivamente. Porque una vez constatada la magnitud del desastre al que nos llevan estas maniobras es mucho mejor asegurarse de que nunca más volverán a repetirse.
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Política a Corto Plazo, Acampada Sol, 15M
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